Pangloss le decía algunas
veces a Cándido:
-Todo tiene relación en el mejor de los mundos posibles: porque si no os hubiesen expulsado del castillo por amor a la señorita Cunegunda,
si no hubieseis sido entregado a la Inquisición,
si no hubieseis atravesado América andando,
si no hubieseis dado una gran estocada al barón
y si no hubieseis perdido todos vuestros carneros de aquella buena tierra de El dorado,
no estaríais comiendo ahora mermelada de cidra y pistachos.
-Muy bien dicho -contestó Cándido-,
pero lo importante es cultivar nuestra huerta.
Voltaire. El Candido
¿Nuevos mundos
posibles? ¿Cuáles son los nuevos mundos? ¿Cómo se construyen? ¿Qué acaso no es
una utopía más? – Estas serían algunas de las preguntas que se haría
normalmente un adulto que vive bajo el paradigma de la funcionalidad y la productividad
ante un título como el que precede este artículo. En cambio, frente al mismo un
niño no vería más que posibilidades, ventanas en las qué encontrar nuevos
horizontes de sentido que le ayuden a sortear la vida. Lamentablemente, los
adultos poco a poco vamos perdiendo esa capacidad para resignificar la realidad
y transformarla, al menos en un sentido simbólico. Sin embargo, somos los
adultos quienes pensamos la niñez y en función de ésta diseñamos los diferentes
contenidos para su consumo, ya sean estos escritos, radiales o audioviduales, entre
otros.
De este modo se abre ante nosotros una problemática muy puntual entre el mundo niño, la pretensión de los adultos de cómo debe ser y la manera cómo lo afecta. El primero implica abordar el mundo desde la perspectiva de los niños, sus anhelos, conflictos e intereses, su posibilidad de mezclar la fantasía con la realidad y de relacionar diversos mundos entretejiendo un universo simbólico lleno de relatos, anécdotas y aprendizajes significativos. Frente a esta posibilidad hermosa de habitar el mundo desde el ser niño está la pretensión adulta de objetivizar la realidad y establecer los parámetros correctos para abordarla, cerrando casi sistemáticamente cualquier otra posibilidad de abordaje o haciéndolas parecer como inadaptadas e inútiles para la sociedad. Así nos encontramos en un mundo monopolizado por una visión productiva y mercantilista adecuada para el modelo capitalista vigente, donde se confunden cada vez más los roles de los maestros y formadores como facilitadores de procesos de transformación por el de mercaderes del saber, y en cierto modo todos somos maestros y formadores aunque no lo advirtamos, siempre podemos ser para alguien más una ventana a nuevos mundos como también cada uno de ellos lo puede ser para nosotros. Hay entonces un conflicto permanente entre ambas visiones que obviamente tiende a una reducción e indiferencia hacia el discurso infantil. Esto fácilmente lo podemos corroborar al hacer una revisión de cualquiera de los medios masivos de comunicación ya sea prensa, internet, radio o televisión.
De hecho, en cuanto
a la producción de contenidos televisivos infantiles, no existen exigencias ni
prácticas muy difundidas que opten por la inclusión de los niños en la
construcción de éstos, y más aun en las grandes cadenas es prácticamente nula
la promoción de contenidos que sean exclusivamente de niños para niños. La
posibilidad de nuevos mundos de significación está cerrada sistemáticamente
para los pequeños. No obstante hay numerosas experiencias que desarrollan
procesos de comunicación popular y alternativa con los chicos pero aún hoy
suelen ser procesos independientes y de poca visibilización. Por eso se hace
necesario tejer redes y consolidar espacios que visibilicen, potencien y
permitan la retroalimentación entre los diferentes procesos, así como la
interacción entre los niños que los protagonizan como sujetos de cambio. De
este modo podríamos hablar de un proceso de construcción de un nuevo proyecto
de comunidad latinoamericano a partir de los imaginarios infantiles, que
propicie reflexiones y propuestas de cambio principalmente en aquellos
contextos en los que se evidencian situaciones de riesgo, exclusión y
marginalidad, que son los que tienen menos posibilidades de participación, reconociendo
el papel preponderante que juegan los niños en la construcción de sociedades
igualitarias, que valoren y preserven su identidad, y en el ejercicio de su
ciudadanía y derechos humanos, sean capaces de generar reflexiones críticas
frente a las coyunturas del contexto.
Obviamente un
proyecto semejante no es nada fácil ni inmediato, se trata de un proceso largo
y trabajoso, apostándole a la generación de espacios en los cuales facilitar
mecanismos de expresión y comunicación que permitan a los chicos transformar
sus realidades, no desde las bondades esperadas y sugeridas por los
adultos, sino a partir de su propia
lectura del entorno, mediada por un diálogo trans-generacional e intercultural que
les permita comprender detalles de su historia y así poder realizar una
interpretación contextual y relacional de su realidad, no en comparación con
otras realidades, como suele enseñarse en las escuelas y como ciertamente nos
lo enseñaron a nosotros, sino en estrecho vínculo con éstas, una lectura que
favorezca la construcción de una identidad latinoamericana y en la misma medida
redunde en relatos que den cuenta de ésta, contenidos de niños para niños,
culturales y contextualizados que den cuenta de sus sueños, expectativas,
conflictos e intereses, que permita la construcción de un mejor mundo posible
en el que todo tenga relación y en el cual puedan “cultivar su propia huerta”,
construir su propio futuro y no asimilar ciegamente el que el sistema les
provee y al que nosotros, “adultos”, solemos también contribuir.
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